Un año más, los 1.500 almendros de la Quinta de los Molinos están ya preparados para teñir de blanco y rosado esta finca-jardín de carácter único de la ciudad de Madrid, un espectáculo natural que los madrileños pueden disfrutar en este paraje histórico ubicada en el distrito de San Blas-Canillejas.
Las temperaturas primaverales han provocado la aparición de los primeros capullos blancos de esta especie arbórea. Los almendros tienen una corta floración, de tal manera que en 15 días vuelven a esconderse, a hacerse casi invisibles y hay que esperar de nuevo un año para poder ver este golpe de belleza.
La fecha de la floración depende de la climatología y puede darse a lo largo de tres meses diferentes. Si las temperaturas son suaves y hay más días cálidos de lo habitual, la floración se adelanta; si la climatología es más extrema, con predominancia de más días fríos, la floración se retrasa. Cuando los almendros florecen en enero, se considera que es una floración temprana; si se produce en febrero, como este año, es media, y en marzo es una floración tardía.
El parque está abierto todos los días del año, de 6:30 h a 22:00 h y la mayor parte de sus recorridos son accesibles para personas con movilidad reducida (PMR). Los visitantes que se acerquen estos días a la Quinta de los Molinos para disfrutar de los almendros en flor también podrán encontrar otras especies como olivos, pinos, higueras, lilos, retamas, romeros, hibiscos, adelfas, avellanos, tarajes y otras menos habituales como feijoas, eucaliptos, azufaifos o paulonias.
Además de la gran cantidad de especies botánicas, la zona goza de una amplia diversidad de fauna entre la que destacan mirlos, petirrojos, verdecillos, verderones, palomas torcaces, gorriones y jilgueros, entre otras especies.
Parque Histórico
La Quinta de los Molinos está catalogada como Parque Histórico por el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1997. Su historia se vincula al arquitecto, catedrático y urbanista César Cort Botí, protagonista de la institucionalización del urbanismo en España y defensor del patrimonio cultural, quien diseñó la quinta tanto desde el punto de vista arquitectónico como vegetal. Cuando Cort Botí comenzó, en la segunda década del siglo XX, el proyecto de la Quinta de los Molinos, posiblemente no se planteó que su obra terminaría convirtiéndose, con el paso de los años, en un parque público al servicio de la ciudad.
El jardín paisajista y sus espacios agrícolas (las huertas aterrazadas, el cultivo de almendros y el bosque) formaban un todo indivisible junto a la casa palacio (Palacete de la Quinta), los edificios auxiliarles (Casa del Reloj) y su arquitectura singular.
Las instalaciones hidráulicas para el riego son una parte fundamental de la quinta, tanto es así, que su nombre hace referencia a los singulares molinos de viento que se trajeron de EE. UU. para extraer agua de los pozos.
En 1980, tras el fallecimiento de su propietario, los herederos cedieron 21,26 hectáreas de la propiedad al Ayuntamiento de Madrid, con la condición de mantener su legado.
El parque cuenta con cinco puertas de acceso: la principal, en la calle de Alcalá, estación de metro de Suanzes; en la calle Juan Ignacio Luca de Tena; en la avenida 25 de septiembre; en la calle Doctor Zamenhof, y en la calle Miami