El Faro de Moncloa, un edificio llamado a erigirse en emblema de Madrid hasta el punto que llegó a desplazar a la emblemática Cibeles como signo representativo de la capital, lleva cerrado más de seis años, pese a que el Ayuntamiento ha invertido nueve millones y medio de euros en acometer medidas de seguridad. El portavoz municipal socialista, Jaime Lissavetzky, ha asegurado que no hay justificación para el cierre y ha pedido incorporarlo a la ruta turística de miradores. Para ello, ha reclamado el cumplimiento de un acuerdo establecido con la Universidad Complutense que se encargaría de la gestión del inmueble y lo devolvería “a la vida”. El rector de la Complutense, José Carrillo, se ha unido a la delegación socialista que esta mañana se ha concentrado junto al Faro, para reiterar que la institución que dirige ha cumplido todos los requisitos impuestos por el Ayuntamiento de Madrid para que la Universidad se hiciera cargo de la apertura de la instalación, a cambió de una asignación de 80.000 euros anuales y un 20% de las entradas. El Faro de Moncloa se construyó en 1992, en terrenos de la Ciudad Universitaria, dentro de las iniciativas para celebrar la Capitalidad Cultural Europea. Su fisonomía le convirtió rápidamente en competidor de la escultura de la diosa Cibeles, como símbolo gráfico de Madrid. Pero la vida fue corta porque en 2008 el alcalde, Alberto Ruíz Gallardón, lo cerró al público con el propósito de poner en marcha medidas de seguridad. Hasta el momento, se llevan gastados 9,5 millones de euros en aplicar estas medidas, pese a lo cual el abandono ha hecho mella y el inmueble ofrece un aspecto deteriorado. “Pertenece al catálogo de edificios frustrados que están desaprovechados”, explicó el portavoz socialista. “Por otra parte se está haciendo publicidad engañosa, porque se anuncia la visita al Faro en los recorridos turísticos por la capital”, ha denunciado Lissavetzky.