Un estudio realizado por un equipo de investigación de la Universidad de Alcalá (UAH) evidencia que el número de medicamentos a base de plantas autorizado se ha reducido de forma exponencial en los últimos años, coincidiendo con la entrada en vigor de una Directiva europea.
Esta Directiva exige un nuevo registro a los medicamentos tradicionales. Pero estos productos no han desaparecido del mercado: los productores eluden la normativa presentándolos como complementos alimenticios, lo que provoca un efecto perverso.
Productos vigorizantes, adelgazantes, diuréticos, tranquilizantes, para el aumento de defensas… han causado ‘baja’ en el registro de medicamentos a base de plantas, pero es una baja solo aparente.
El estudio, elaborado por un equipo de investigación liderado por el catedrático de la UAH Javier de Lucio, se publicó en Gaceta Sanitaria y ha tenido una gran repercusión en los ámbitos científicos especializados. Su objetivo era evaluar la influencia en el mercado de la Directiva europea que impone desde el año 2011 nuevos requerimientos a los medicamentos tradicionales a base de plantas, exigiendo la creación de un nuevo registro para este tipo de productos, que implica una mayor garantía de calidad, pero un mayor coste.
La investigadora de la UAH Noelia Tejedor, autora principal del estudio, ha consultado los catálogos de plantas medicinales y de medicamentos (CGCOF), la página web de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y sitios de venta en Internet. En la revisión de los catálogos anteriores y posteriores a la entrada en vigor de esta Directiva ha comprobado que desde 2011 se han ‘caído’ del registro de medicamentos a base de hierbas 267 productos.
‘El 85 % de los medicamentos a base de plantas que había en el registro previo a la nueva normativa renunció a renovar su licencia y en la actualidad un 34% se distribuye como productos similares a los antiguos medicamentos tradicionales en el sector de la alimentación, de manera que ahora se venden en Internet o en los supermercados como complementos alimenticios’, señala Noelia Tejedor.
La denuncia que hace este estudio, por tanto, es que ‘la normativa ha provocado un efecto perverso, ya que nació con la idea de armonizar legislación en el ámbito de la UE, con el fin de que pudiera venderse el medicamento herbal en todo el territorio. Pero como también exigía nuevas garantías de calidad y un nuevo registro que es bastante costoso, muchos laboratorios han optado por no realizarlo, y derivar los productos al sector de la alimentación; en algunos casos, incluso anunciándolos como medicamentos, cuando no cumplen los exigentes requisitos para ser autorizados como tales’, indica Javier de Lucio.
El mercado de este tipo de productos a base de plantas medicinales está en constante crecimiento (el 70% de los españoles compraba fitoterapia fuera de la farmacia en 2007) pero el riesgo es para los consumidores, de ahí que los investigadores les insten a comprobar de forma fehaciente si el producto a base de plantas que adquieren es realmente un medicamento o un producto alimentario, ‘fundamentalmente porque solo los medicamentos autorizados garantizan propiedades terapéuticas y la seguridad exigible a un medicamento; en el resto de los casos no existen tales garantías, por más que se invoque a ellas de forma ilegal’, añade Javier de Lucio.
Las recomendaciones básicas para los usuarios, en este caso, son las siguientes: ‘primero, tener claro, qué es medicamento y qué no. Los medicamentos solo pueden adquirirse dentro del canal farmacia, todo lo que pueden adquirir vía Internet o en supermercados, no es medicamento’, informa Noelia Tejedor, que también recomienda a los consumidores que consulten a sus médicos si están tomando algún tipo de productos a base de plantas, porque a veces interactúan con el tratamiento médico de que dispongan y pueden ser perjudiciales para su salud’, agrega.